El fallecimiento del antiguo alumno IQS, Joaquim Arbolí Desvalls, a la edad de 78 años, se produjo en el silencio y el aislamiento por él elegidos, en su Cartuja de Montalegre, en Tiana, el pasado 17 de febrero de 2011. Tal como evocaba su compañero, el P. Cardona, para los cartujos, recluidos en vida en una pequeña habitación para orar y trabajar, la muerte es la última celda.
- "La muerte es la última celda" o el fallecimiento de Joaquín Arbolí Desvalls, antiguo alumno IQS, penúltimo prior de la Cartuja de Montalegre
Barcelona, 24 de mayo de 2011.- El fallecimiento del antiguo alumno IQS, Joaquim Arbolí Desvalls, a la edad de 78 años, se produjo en el silencio y el aislamiento por él elegidos, en su Cartuja de Montalegre, en Tiana, el pasado 17 de febrero de 2011. Tal como evocaba su compañero, el P. Cardona, para los cartujos, recluidos en vida en una pequeña habitación para orar y trabajar, la muerte es la última celda.
Arbolí había nacido en Barcelona el 5 de marzo de 1932, huérfano de padre del mismo nombre desde el 26 de junio de 1933 y, según su primo Félix Arbolí [ info], de Chiclana de la frontera (Cádiz), capitán de corbeta y primer marino aviador muerto en accidente, pilotando un avión militar, cuando todavía no existía el Ejército del Aire y era profesor en la escuela situada en el aeropuerto de El Prat de Llobregat. Su madre, Pilar Desvalls Trias, era de la nobleza catalana, hija de los marqueses de Alfarràs, los propietarios del Laberinto de Horta. Los hermanos Arbolí Desvalls estudiaron en la Escuela de San Ignacio, tal como lo explica su hermano mayor Juan José en la revista Estol [ info], diplomático de carrera, que era el embajador de España en Kuwait en el momento de la invasión iraquí.
Al terminar el bachillerato el joven Arbolí cursó la carrera de ciencias químicas en IQS, pero no ejerció nunca como químico. Mientras hacía el servicio militar en Burgos quedó impresionado por la vocación y la vida de los monjes de la Cartuja de Miraflores y, al volver a su casa, decidió ingresar en la Cartuja de Montalegre.
En palabras de su primo, no digo que haya entregado ahora su vida a Dios, porque ya lo hizo y de manera total y abnegada, cuando abandonó su doctorado en Química y la privilegiada posición social que gozaba su madre pertenecía a la nobleza, para convertirse en un humilde siervo de Dios. Destaco esta circunstancia para resaltar el enorme sacrificio y renuncia que tuvo que hacer, ya que la Orden de los Cartujos es la que vive en mayor pobreza de todas cuantas existen en la Iglesia [ info].
Curiosamente disponemos del punto de vista del propio P. Jesús María Arbolí sobre la vida cartujana, cuando era vicario de su cartuja y respondió a las preguntas de un historiador de las oficinas de farmacia existentes en el ámbito monacal hispánico:1 Desde fuera se tiene una impresión más áspera de lo que es en realidad. Te acostumbras. Nadie se muere por estar aquí. Lo verdaderamente duro es vivir de fe. Y añadía: No palpas resultados y, en ocasiones, tienes algunas dudas. No es que dudes de Dios, no. Dudas de no llevar una vida que resulte útil para los demás. Entonces, apretando los puños, uno tira hacia adelante.
En su cartuja, el Padre Arbolí fue maestro de novicios, procurador y prior. También fue visitador de la provincia de España y miembro del Consejo del Padre General de la Orden. En 2008 se aceptó su renuncia al cargo de prior, debido a su delicado estado de salud.
El pasado 19 de febrero se celebró la misa exequial y el entierro en la Cartuja de Montalegre. El Padre Jesús Maria Arbolí ha dejado un gran testimonio de caridad, de amor a la Palabra de Dios y de fidelidad a la espiritualidad de la Cartuja
La permanente actualidad del silencio monacal
Literatura y cine mantienen la actualidad de la química del silencio. Dos filmes como El gran silencio, de Philip Gröning, que durante tres horas sigue el curso del día a día de la Grande Chartreuse de Grenoble, hasta el Des hommes et des dieux, de Xavier Beauvois, gran premio del festival de Cannes 2010, sobre los siete monjes de la Trapa asesinados en el monasterio de la Virgen del Atlas, en Tibhirine, en la región argelina de Medea.
La literatura sobrevuela la cartuja desde la famosa novela de La cartuja de Parma de Stendhal, pasando por el poema La cartuja de Rubén Darío o El silencio de la cartuja de Enrique Mesa de la generación 1998 (ahora reeditado), hasta las poco conocidas Mon oncle de Màrius Serra (también ahora reeditada) sobre la fabricación del licor Chartreuse o la reciente El secret de la germandat de Mireia Vancells, situada entre la cartuja castillo de Vallparadís de Terrassa y la de Montalegre.
Al fondo está la historia sepultada entre las ruinas de la cartuja de Escaladei, madre de todas las cartujas hispánicas, que desapareció como casi todas con la desamortización de Mendizábal en 1837. De allí salieron las cartujas de Valldemossa en Mallorca, o las cartujas aún abiertas en Porta Coeli (Valencia), Aula Dei (Zaragoza) o Miraflores (Burgos).
600 años de la Cartuja de Montalegre: un futuro amenazado
Pronto se cumplirán seiscientos años de la fundación de la cartuja de Santa María de Montalegre, en 1415, en Tiana, miembro de la orden fundada por San Bruno, de Colonia, el 1084, una orden que no ha sido nunca reformada por no haber sido nunca deformada. Soledad, oración, estudio y el más absoluto silencio y una mínima vida comunitaria. Hoy, en la cabecera que separa la comarca del Barcelonés de la comarca del Maresme, al pie de la Cordillera Litoral, y con el mar como horizonte, permanecen fieles los últimos diez monjes cartujos que viven entregados a desentrañar el último sentido de la existencia.
Es decir, perdura la química del silencio, en la única cartuja próxima a una gran metrópolis como Barcelona, con las urbanizaciones de Badalona a sus pies y las de Tiana, y la comarca del Maresme a continuación. Según Jaume Oliveras Costa, "en el capítulo general de 2003, la orden cartujana decidió ir hacia la limitación de la presencia en España a tres cenobios. Hoy hay cuatro en funcionamiento: parece que el de Tiana, a pesar de ser el más antiguo y con más larga historia, puede ser el peor colocado para asegurar su continuidad, una incongruencia evidente cuando se decide la creación de un nuevo complejo religioso en Navarra, según acuerdo del capítulo general celebrado este último mayo. Total, un momento difícil para la última cartuja masculina catalana, una comunidad que tiene los nombres de Dalmau, Rotger, Pont, Cardona y Arbolí en el priorologio, todos ellos inmediatamente anteriores al actual prior, hijo de Andalucía pero lo suficientemente sensible al hecho diferencial catalán, de tal manera que quien suscribe este artículo siempre ha podido hablar con él en nuestra lengua y, cuando un día le agradecí que a pesar de que hacía pocos años en el convento de Tiana (es profeso de Jerez) me entendía perfectamente, me respondió: «Hombre, para un cartujo no debe ser difícil; de no hablar catalán no hablar castellano Hay poca diferencia», haciendo referencia al silencio y humildad cartujana.
La Conreria, ayer seminario menor de Barcelona, hoy casa de colonias de la Fundació Pere Tarrés, y la Cartuja de Montalegre
Dentro del mismo perímetro de la cartuja se encuentra la Conreria. Ayer era la sede del antiguo seminario menor de Barcelona, y hoy es una casa de colonias que forma parte de la Fundació Pere Tarrés.
Un exseminarista que firma su blog como Ermitaño evoca la figura del P. Arbolí en estas líneas:
"La última vez que estuve en la Cartuja de Montalegre fue en 1994. Tuve el privilegio de poder pasar tres días en una celda haciendo vida cartujana. El prior, en aquel entonces, era el padre Jesús María Arbolí. Fue poco antes de que se produjera el incendio escalofriante del bosque de la cordillera de Marina y que costó la vida a uno de los monjes. Digo que tuve el privilegio porque los cartujos no tienen hospedería como la mayoría de otros monjes, como los benedictinos o los cistercienses. Su vida pasa más desapercibida. Por eso estoy agradecido que me dejaran pasar con ellos aquellos tres días. Tuve algunas conversaciones con el padre Arbolí y con algún otro monje. Recordamos la anécdota que he contado al inicio y que fue mi experiencia con la cartuja. Más tarde, un monje amable me llevó hasta el cementerio donde varias cruces señalan que allí están enterrados en el suelo varios monjes que les han precedido. Con mucha discreción, el monje me dijo al oído: "Aquí hay hay Dom Domènec Cardona", y me señaló una tumba. Se lo agradecí. Tras unos momentos de emoción y silencio regresé a la celda.
"Otro día os hablaré de mi experiencia con más detalle. Una experiencia cartujana que no me dejó indiferente y que reforzó la impresión que tuve a los catorce años, que aquellos hombres venerables merecían todo mi respeto y admiración. Así, pues, nunca he escondido mi predilección por los hijos de San Bruno, Bruno de Colonia, y por sus seguidores que hacen honor al nombre de la Cartuja de Tiana, Montalegre (Monts Hilaris)."
Os dejo aquí el vídeo de la entrevista de Josep M. Espinàs al P. Domènec Cardona, en 1985 [ info].
1. Boticas monásticas, cartujanas y conventuales en España, por José de Vicente González (TresCtres: Santiago de Compostela, 2002), p. 308.