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Estudios

IQS reflexiona sobre la realidad de Mali, Burkina Faso y Haití

Eventos 5 diciembre 2023

IQS acogió el pasado 29 de noviembre la mesa redonda “Burkina Faso, Haití y Mali: situaciones geopolíticas complejas y dinámicas globales”, con la participación de Diyité, CatSya y Ecos de Mali, tres ONG que trabajan desde Barcelona en proyectos de desarrollo en esos tres países.

IQS acogió el pasado 29 de noviembre la mesa redonda “Burkina Faso, Haití y Mali: situaciones geopolíticas complejas y dinámicas globales”, con la participación de Diyité, CatSya y Ecos de Mali, tres ONG que trabajan desde Barcelona en proyectos de desarrollo en esos tres países. Este encuentro forma parte de una iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona, a través del distrito Sarrià-Sant Gervasi, por la Justicia Global, en la que IQS colabora en el ámbito educativo a través de “Aprenentatge i Servei”.

El objetivo del programa Educació per la Justícia Global es promover una conciencia crítica en torno a las causas que generan desigualdades y conflictos, y con ello, contribuir también al cambio de actitudes y prácticas que deben hacer posible una ciudadanía responsable, respetuosa y comprometida con la transformación social. Con este punto de partida, las tres ONG reunidas en la mesa redonda dejaron a un lado su labor y los proyectos de desarrollo que llevan a cabo, para centrarse exclusivamente en exponer la situación de emergencia social, económica y política en la que se encuentran tanto Burkina Faso y Mali, en el continente africano, como Haití, en el Caribe.

El encuentro empezó con la intervención de Leonardo Martínez, licenciado y profesor de Historia y Humanidades. “La situación de cada uno de estos países no es determinismo, sino que hay marcas de historia que han señalado su evolución hasta hoy y es importante conocerlas”, afirmó Martínez, que hizo una condensada radiografía geopolítica situando el origen de los tres estados como punto de partida de su situación actual. Así, tanto Burkina Faso y Mali, en África, como Haití, fuera del continente, tienen un rasgo común: su origen colonial. “En Haití el proceso de descolonización y la independencia fue fruto de una revolución, mientras que en los dos países africanos, fue por un proceso integrado en un marco general, fruto de la Guerra Fría y con el funcionamiento de Naciones Unidas”, puntualizó Martínez. Y, sin embargo, aunque los procesos han sido diferentes, la evolución los ha llevado a situaciones estructurales similares.

M.ª Antonia Blasco, directora de Diyité, y Gherardi Louis Jeune, jurista financiero y colaborador de esta ONG con proyectos de desarrollo en Haití, mostraron la dura realidad de un país caribeño que, a partir de los años 80 del siglo pasado, ha visto esfumarse el equilibrio y prosperidad al que apuntaba en sus primeros 50 años como Estado independiente. Una decadencia marcada por la corrupción y la desigualdad social y la inseguridad, que se han traducido económicamente en el éxodo de la clase intelectual y de los más pudientes de un país sin apenas inversión extranjera, sin atractivo turístico y endeudado.

La situación no es mucho mejor para Mali, en África. “Es uno de los países más pobres del mundo, y el 80% de la población vive concentrada en el sur”, explicó Jordi Escudé, presidente de Ecos de Mali. La corta historia de este país, que consiguió la independencia en 1960 y nació lastrada por un primer gobierno comunista, ha estado marcada por la alternancia de gobiernos semidemocráticos y militares, la intervención de Francia −expulsada definitivamente con el último golpe militar de 2021− y por un conflicto armado abierto que, desde el 2012, mantiene el norte, con toda la riqueza por explotar, bajo control tuareg. “En Burkina Faso el golpista Blaise Campoaré, en el poder durante 27 años, convirtió el país en un corredor para el tráfico de armas y de droga. El nuevo presidente, también golpista, quiso revertir la situación, y desde 2015 no dejan de sucederse los ataques terroristas, con todo lo que conlleva a nivel económico, social y político”, explicó Mónica Ruiz, fundora de la ONG CatSya.

La conflictividad es un rasgo común en los tres escenarios y explica la difícil situación en la que están sumidos. En el caso de Mali se trata de un conflicto armado abierto desde 2012, que se ha regionalizado y ha acabado extendiéndose también a Burkina Faso. En Haití, en cambio, no existe conflicto armado entendido como guerra, pero sí una tensión sociopolítica cuyo nivel de violencia supera con creces los 1.000 muertos anuales.

Iván Navarro, investigador de Escola de Cultura de Pau de la UAB, puso el broche de oro a este encuentro dibujando los diferentes escenarios de construcción de paz en los tres países. Escenarios diferentes por el tipo de conflicto, los objetivos y por los agentes que intervienen o no en esas negociaciones. “En el caso de Mali y Burkina Faso, dejar fuera de la negociación a los grupos yihadistas ha supuesto en los últimos 10 años un incremento de la violencia en la zona −explicó el investigador−. Es la falacia constante de la comunidad internacional, que es quien otorga en cada caso el papel de interlocutor válido o no”.

Conciencia crítica

Con toda la información compartida, la mesa redonda también derivó en un espacio para la reflexión. “Según la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, África pierde cada año 89.000 millones de dólares, sobre todo, en fuga de capitales y evasión fiscal. Y la mitad de esta cifra viene dada por el ‘robo’ de materias primas. Y digo ‘robo’ porque una manera de camuflar esta fuga de capitales es declarando que exportas un kilo de oro y en realidad llevarte cinco”, apuntó Jaume Portell, colaborador de CatSya, contrarestando así la idea de “escasez” que empuja habitualmente a colaborar con países como Burkina Faso, uno de los países más pobres, y, sin embargo, uno de los grandes exportadores de oro.

Portell hizo hincapié en la idea de que, para hablar de Justicia Global, es necesario ir más allá, ser autocrítico y preguntarse de dónde salen muchas de las riquezas que permiten que los países más ricos las acumulen y se planteen si pueden ayudar a los más pobres a abrir una escuela. “Porque no es que Burkina Faso o Mali o Haití estén fuera y alejados de la economía global y, de tanto en tanto, nos tengamos que acordar de ellos, sino que estos países están integradísimos en la economía global, tanto, que sin ellos esa economía global no se entiende”, puntualizó el colaborador de CatSya.