Invitamos a una reflexión sobre la realidad de los doctorandos, parte esencial del futuro que ha de contribuir al crecimiento de nuestro país, con la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación industrial.
La vida del doctorando no es fácil, pero seguro que es una etapa que recordamos como muy buena, intensa y motivadora, y no sólo por tener lugar antes de los 30 años sino también por todo lo que implica ser doctorando, o estudiante de tercer ciclo o personal investigador en formación. Llámala como quieras, pero al final todo se resume en combinar un conjunto de tareas que se supone que conducirán al candidato a la consecución de un título universitario que le permitirá un mejor desarrollo de su carrera profesional como docente universitario o bien como investigador en centros de investigación o en empresas con una elevada componente científica y tecnológica.
El debate actual entre los doctorandos se focaliza esencialmente en dos puntos. Por un lado, en sus demandas para salir de la precariedad laboral y, por otra parte, en la sobrecarga de tareas docentes que los hace difícil la conciliación con el trabajo de investigación a desarrollar durante un periodo de tiempo establecido, en principio de tres años, pero que en determinadas ocasiones es o acaba siendo de cuatro años.
Aunque se conocen como "estudiantes de tercer ciclo", su realidad es más cercana a una ocupación laboral y profesional que a la de un estudiante universitario. Dedican una parte de su tiempo a apoyar al equipo docente de las universidades, incorporándose como ayudantes de profesores o colaboradores de cátedra, por ejemplo cuando se trata de las prácticas de laboratorio de los estudiantes de grado o de máster . De esta manera dan un servicio a la universidad al mismo tiempo que adquieren conocimiento, experiencia y habilidades en la vertiente más universitaria.
Por otra parte, dedican parte de su tiempo en su propia formación en habilidades o temas más transversales, que les pueden ser muy útiles para su futura incorporación al mundo de la empresa, como pueden ser habilidades de gestión y dirección, trabajo en equipo, innovación, transferencia de tecnología, etc.
Por último, esencialmente deben dedicarse al trabajo de su propio proyecto de tesis doctoral. Esta actividad requiere tiempo para leer, pensar, reflexionar, plantear hipótesis, realizar experimentos, evaluar resultados, repensar las causas de lo que no ha salido como se esperaba, replantear la continuidad del proyecto, concretar conclusiones, escribir y redactar, difundir los resultados obtenidos, establecer relaciones con otros grupos de investigación, entre otras muchas acciones. No es un camino de rosas. Todos hemos tenido nuestros momentos de estancamiento, de crisis, de estrés, de plantearnos si realmente valía la pena.
A todo ello se le suman las desigualdades económicas que perciben los propios doctorandos entre ellos mismos, según el tipo de contrato (o beca), su duración y las correspondientes retribuciones salariales.
Todo ello forma parte de la realidad que viven actualmente estos doctorandos, parte esencial del futuro que ha de contribuir al crecimiento de nuestro país con la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación industrial.
Para algunos, la situación no es nueva. Seguramente tenemos la sensación de que esto ya se ha vivido en otros momentos, en otras circunstancias y en entornos algo diferentes, pero en esencia, puede tratarse de un déjà vu que no ha variado demasiado en el tiempo.
Se merece una reflexión. ¿Qué pensáis vosotros?
Dra. Núria Vallmitjana
Directora de IQS Tech Transfer